otra visión de la JMJ


Este mes de agosto, del 16 al 21, se celebrará en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), con la presencia del Papa Benedicto XVI. La información que se va conociendo sobre el tipo de acto, contenido, organización y recursos necesarios ha suscitado interrogantes y reflexiones críticas en numerosos colectivos eclesiales y sociales. Veamos:
1. Objetivo y medio empleado.
No parece el procedimiento más adecuado organizar este costoso y multitudinario evento con el objetivo de que los jóvenes maduren en su fe cristiana o que despierten a ella, porque se distancia de la sencillez y austeridad del estilo empleado por Jesús. Tampoco se corresponde con el método más efectivo y tradicional que la Iglesia se ha dado para despertar y madurar en la fe: la catequesis en comunidades o grupos de talla humana (no muy numerosos) cuyos miembros se conocen entre sí y se reúnen habitualmente una vez a la semana para orar en común y profundizar en la fe reflexionando sobres sus vidas desde las propuestas del evangelio.
2. Coste económico.
No es lo más coherente con el estilo de Jesús de Nazaret que para la organización de este evento el Papa, a través del episcopado español, haya solicitado ayuda económica a la gran banca, y a los 'poderosos de la tierra': unos 50 millones de euros aproximadamente. Procede aquí recordar las palabras de Jesús: «No se puede servir a Dios y al dinero», máxime cuando detrás de la crisis que está haciendo sufrir a tanta gente está la codicia de la gran banca y los mercados financieros. Muchos de ellos se están enriqueciendo con la fabricación de armas, secuestrando los recursos de los países empobrecidos y explotando a sus gentes condenándolas a vivir en la sumisión y el olvido. Tampoco es justificable este enorme gasto para la realización de unas jornadas de reflexión que bien podrían haberse desarrollado simultánea y más austeramente en todos los países, incluyendo el mensaje papal si se estimase oportuno. A su vez, coincidiendo con la celebración, se podría haber solicitado a las entidades bancarias colaboración económica para sufragar proyectos contra el hambre y la exclusión social.
3. Modelo de Iglesia que se transmite.
Sus organizadores han excluido a clérigos y seglares con amplia experiencia en pastoral juvenil, han dado el protagonismo al ultraconservador obispo Munilla, y se ha diseñado una Jornada en sintonía, fundamentalmente, con los movimientos más conservadores de la Iglesia, ignorando la pastoral que se realiza en muchas parroquias y barrios. Ello nos lleva a preguntarnos qué modelo de Iglesia se está transmitiendo, porque en su contenido no aparece la Iglesia Pueblo de Dios, ni la importancia del laicado y de las pequeñas comunidades. Sin embargo sí se priorizan celebraciones masivas y triunfalistas en detrimento de espacios eclesiales de comunicación vivencial que deriven en opciones de compromiso personal y social.
4. Vía Crucis.
¿Realmente se pretende potenciar en los jóvenes la vivencia de la Pasión de Cristo a través del Vía Crucis planteado? ¿Dónde queda la vivencia pastoral juvenil de Semana Santa vivida intensamente en grupos parroquiales con celebraciones participativas, convivencias, reflexiones, silencios…, teniendo siempre presentes a los nuevos crucificados de esta sociedad? Esta manifestación religiosa tiene mucho más de espectáculo que de reflexión cristiana, como ilustra la reacción de muchos murcianos que consideran un desprecio que La Santa Cena de Salzillo no vaya a estar ubicada, como estaba previsto, junto a Benedicto XVI durante la celebración del Vía Crucis, por lo que proponen que las imágenes se queden en Murcia. Reacción que evidencia que se ha organizado un evento en el que lo externo, el espectáculo, las pequeñas vanidades autóctonas... pueden primar sobre la reflexión y la íntima oración.
5. No se reconoce la pluralidad existente en el seno de la Iglesia.
Se rechaza el espíritu crítico y las propuestas «rompedoras» de jóvenes o menos jóvenes, que no están cercanos a la organización de las JMJ. Sin embargo necesitamos una Iglesia inclusiva, porque una Iglesia replegada en sí misma y con dificultades para el diálogo con la ciencia y la cultura, difícilmente puede conectar con una mayoría de jóvenes bien formados y con inquietudes sociales.
6. Evangelizar desde la sencillez.
Este ostentoso modo de evangelización no se parece al estilo de Jesús, que rechazó la tentación de subirse al alero del templo para mostrar su omnímodo poder. María, por su parte, proclama con gozosa humildad que «el Dios que ensalza a los humildes» es el mismo que «derriba del trono a los potentados». Una Iglesia que pretende mostrar a los jóvenes de todo el mundo la persona de Jesús como referente de sus vidas, pierde credibilidad cuando lo hace con tanta espectacularidad de medios como los que rodean este encuentro, y entra en contradicción con el espíritu evangélico: «no llevar alforja ni sandalias para el camino». Otras religiones milenarias como el Hinduismo y el Budismo perviven desde la sencillez, economía de medios y ausencia de autoritarismo.

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