Aliento a los desolados con la Iglesia

Leonardo Boff
Actualmente hay mucha desolación con referencia a la Iglesia Católica institucional. Se verifica una doble emigración: una exterior, de personas que abandonan concretamente la Iglesia y otra interior, de las que permanecen en ella pero no la sienten más como un lugar espiritual. Siguen creyendo a pesar de la Iglesia.
Y no es para menos. El actual Papa tomó algunas iniciativas radicales que dividieron el cuerpo eclesial. Asumió un camino de confrontación con dos importantes episcopados, el alemán y el francés, al introducir la misa en latín; elaboró una inesperada reconciliación con la Iglesia cismática de los seguidores de Lefebvre; vació las principales intuiciones renovadoras del Concilio Vaticano II, especialmente el ecumenismo, negando, ofensivamente, el título de “Iglesia” a las demás Iglesias que no sean la Católica y la Ortodoxa ; también como Cardenal se mostró gravemente tolerante con los pedófilos; su relación para con el AIDs roza los limites de la deshumanidad. La actual Iglesia Católica se sumergió en un invierno riguroso. La base social de apoyo al viejo modelo del actual Papa está constituida por grupos conservadores, más interesados en las performances mediáticas, en la lógica del mercado, que en proponer un mensaje adecuado a los graves problemas actuales. Ofrecen un “cristianismo-prozac”, apto para anestesiar conciencias angustiadas, pero alienado frente a la humanidad sufriente.
Urge animar a esos cristianos en vías de emigración con aquello que es esencial al Cristianismo. Ciertamente no es la Iglesia la que fue objeto de la predicación de Jesús. El anunció un sueño, el Reino de Dios, en contraposición con el Reino del César, Reino de Dios que representa una revolución absoluta de las relaciones, desde las individuales hasta las divinas y cósmicas.
El Cristianismo apareció primeramente en la historia como movimiento y como el camino de Cristo ,y es anterior a su sedimentación en los cuatro evangelios y en las doctrinas. El carácter de camino espiritual es un tipo de cristianismo que posee su propio curso. Generalmente vive al margen y, a veces, en distancia crítica de la institución oficial. Pero nace y se alimenta de la fascinación permanente por la figura y por el mensaje libertario y espiritual de Jesús de Nazaret. Inicialmente tenido como “herejía de los Nazarenos” (At 24,5) o simplemente “herejía” (At 28,22) en el sentido de “grupito”, el Cristianismo fue lentamente ganando una autonomía tal que sus seguidores, en los Hechos de los Apóstoles (11,36), serán llamados “cristianos.”
El movimiento de Jesús ciertamente es la fuerza más vigorosa del Cristianismo, más que las Iglesias, por no estar encuadrado en las instituciones o aprisionado en doctrinas y dogmas. Está compuesto por todo tipo de gente, de las más variadas culturas y tradiciones, hasta por agnósticos y ateos que se dejan tocar por la figura valiente de Jesús, por el sueño que anunció, un Reino de amor y de libertad, por su ética de amor incondicional, especialmente a los pobres y a los oprimidos y por la forma como asumió el drama humano, en medio de humillaciones, torturas y de la ejecución en la cruz. Presentó una imagen de Dios tan íntima y amiga de la vida, que es difícil evitarla aún por quienes no creen en Dios. Muchos llegan a decir: “si existe un Dios, este debe ser aquél que lleva los rasgos del Dios de Jesús”.
Ese cristianismo como camino espiritual es lo que realmente cuenta. Mientras tanto, de movimiento, muy pronto tomó la forma de institución religiosa con varios modos de organización. En su seno se elaboraron las varias interpretaciones de la figura de Jesús que se transformaron en doctrinas y fueron recogidas por los actuales evangelios. Las Iglesias, al asumir carácter institucional, establecieron criterios de pertenencia y de exclusión, doctrinas como referencia identitaria y ritos propios de celebrar. Quien explica tal fenómeno es la sociología y no la teología. La institución siempre vive en tensión con el camino espiritual. Enhorabuena cuando caminan juntas, pero es raro. Lo decisivo es, mientras tanto, el camino espiritual. Este tiene la fuerza de alimentar una visión espiritual de la vida y de animar el sentido de la caminada humana.
Lo problemático en la Iglesia romano-católica es su pretensión de ser la única verdadera. Lo correcto sería que todas las iglesias se reconocieran mutuamente, pues todas revelan dimensiones diferentes y complementarias del Nazareno. Lo importante es que el cristianismo mantenga su carácter de camino espiritual. Es el que puede sustentar a tantos cristianos y cristianas frente a la mediocridad y la irrelevancia en que cayó la Iglesia actual.

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