Los pobres siempre estorban
RAFAEL FERNANDO NAVARRO (fue compañero mío)
02/09/2010

Los pobres siempre estorban

En un principio fue un mercado, un gran mercado. El Mercado Común Europeo. La hipocresía de las conciencias prohibió que se siguiera llamando así. Y se convirtió en Unión Europea. Mucho más elegante, más blanqueados los fines económicos. Se ha suavizado el mercantilismo, aunque no por ello haya dejado de serlo.

Resultó hermoso llamar aldea global al espacio de libertad donde todos podríamos ejercer nuestro derecho sobre el mundo. Ser ciudadanos del mundo ha sido siempre una aspiración triunfante contra las fronteras empobrecedoras donde estábamos encerrados. La libre circulación del capital, el libre ejercicio del propio trabajo no limitado por el espacio, la libre implantación empresarial, debía incluir la libre circulación de personas como consecuencia tranquilizadora de especulaciones.

Pero nadie habló de la libre circulación de la pobreza. La verdad del párrafo anterior llevaba casi implícita la prohibición de que los pobres ejercieran también su derecho a buscar el pan donde creyeran que lo iban a conseguir. No piden mucho: sólo llegar hasta las espigas más próximas, tal vez olvidadas en la siega opulenta de los ricos mercaderes.

De falta deliberada de integración se acusa. ¿Pero cómo es posible integrar la miseria, la carencia de techo, de medios higiénicos, los pies descalzos en la selva brillante de mocasines italianos y corbatas de loewe? El perfume y la elegancia francesa se hacen impenetrables para el pobre que sólo tiene caminos descalzos.

Los pueblos ricos somos ricos a costa de que los pueblos pobres sean cada vez más pobres. Los hombros de la miseria soportan la gran velocidad de nuestros coches que nos permiten morirnos de asco a doscientos kilómetros por hora. Las fronteras levantadas a los productos del tercer mundo consiguen un encarecimiento de nuestra producción y en consecuencia un enriquecimiento a costa de consumidores ávidos de apariencias.

La Unión Europea proporciona financiación para tratar de sacar a su pueblos de la miseria. Pero se parte de la idea de seres irredentos para negarles el acceso a la cultura, a la sanidad, a la vivienda, a los derechos más elementales. La etnia gitana tiene unas características ciertamente no entendibles por la mayoría de europeos “civilizados”. Pero en lugar de sentirnos responsables del abandono y persecución secular que han padecido, nos resulta más fácil devolverlos a sus orígenes rumanos o búlgaros. Un avión los saca de las entrañas europeas y les regalamos trescientos euros para que por fin se desarrollen y entonces puedan regresar con una carrera universitaria o un proyecto de investigación. Entonces estarán integrados, dominando un inglés correcto, vistiendo armani planchado, pisando louvres hermosos.

¿Nuevo holocausto? Desprecio histórico por lo menos. Europa-mercado que repele a quien no aporte capital. Buscamos con ansias penetrar en los comercios cuyos gobiernos reprimen los derechos humanos más elementales, aplican la pena de muerte a cientos de súbditos y ejercen dictaduras feroces. Cuando escribo este artículo, el presidente español pasea por China de la mano de Miguelín. España –proclama- tiene una economía fuerte, creciente, lanzada al futuro. Ni una palabra sobre derechos humanos. Podemos confraternizar con tiranos, pero resulta imposible acercarnos a los pobres. Estado de derecho. Libertad. Democracia. La humanidad evoluciona hacia una cúspide última en la medida en que se distancia de orígenes primitivos. Crece cuando considera más vital ser que tener. Se perfecciona cuando antepone la vivencia a la supervivencia, el existir al subsistir. El hombre desborda al hombre cuando se alimenta del misterio de sí mismo, cuando hace de lo imposible el camino de acceso a la realidad. El mar sólo es mar si se ahonda bajo los adoquines.

“Guardia civil caminera lo llevó codo con codo”. Orgullosos estamos de “Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborio”. Pero matamos a Lorca y enterramos su palabra en un suburbio de estrellas.

Rafael Fernando Navarro es filósofo
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