Sobre la conferencia norteamericana de religiosas


ECLESALIA, 17/05/12.- La Iglesia norteamericana vive hoy momentos críticos: la Congregación para la Doctrina de la Fe ha decidido intervenir la Conferencia de Superioras Religiosas de los Estados Unidos (Leadership Conference of Women Religious, LCWR). Lo hace supuestamente para reconducir sus “errores” teológicos y sus “desvíos” doctrinales, especialmente en materia de sexualidad humana (anticonceptivos, homosexualidad, celibato opcional) y para frenar su decidido énfasis en favor de la promoción de la mujer, propósito que, al parecer, choca frontalmente con la ya tradicional misoginia eclesial.
El P. James Martin, director del semanario católico jesuita “AMERICA”, ha tenido estos días un gesto de valentía innegable al recordar  el admirable compromiso de la LCWR con los principios del Concilio Vaticano II y el decisivo papel de estas mujeres en la historia del catolicismo de los Estados Unidos.

Los comentarios del P. Martin quieren ser respetuosos con la jerarquía, pero saben ser igualmente firmes en el agradecimiento expreso a la LCWR, que se han caracterizado siempre por sus reflexiones y actividades encarnadas en el mundo actual y alejadas de las posturas fundamentalistas y los planteamientos preconciliares que hoy se difunden sin rubor desde algunas tribunas eclesiásticas. El P. James Martin entiende perfectamente la perplejidad y la decepción que asoma estos días en el rostro de muchas de estar religiosas, que ven cuestionada la calidad y la “ortodoxia” de su compromiso vital (y no meramente doctrinal) con el Evangelio de Jesús de Nazaret. Las palabras del P. James Martin cobran especial relevancia si pensamos que su antecesor en el cargo como director de la revista “AMERICA”, el P.Thomas J. Reese,  fue cesado en2005 ainstancias de la propia Congregación para la Doctrina de la Fe, por algún editorial en el que se mencionaban, como alternativas de futuro, el celibato opcional o la ordenación femenina. Por fortuna, las nuevas tecnologías impiden que hoy puedan ser silenciadas las voces que reclaman un retorno más fiel a los cauces que el magisterio colegiado de la Iglesia marcó ya en el Concilio Vaticano II y que algunos jerarcas pretenden haber enterrado ya como una vía muerta o equivocada.
La investigación inquisitorial de la LCWR se inició hace ya tiempo, pero no parece casual que tome precisamente estos días el carácter de intervención, destituya a los responsables e imponga al frente de la LCWR al arzobispo de Seattle. El hecho da qué pensar, porque sucede en un momento político delicado en que el presidente Barak Obama ha hecho una apuesta decidida por una sanidad accesible a todos los ciudadanos, la gran asignatura pendiente de los Estados Unidos. Mientras que las religiosas de la LCWR apoyaban esta iniciativa social de Obama, los obispos se habían opuesto a las medidas con unos argumentos que no dejan de tener cierto tinte paranoico: alegan que disponer de una sanidad pública accesible a todos podría ser un modo subrepticio de sufragar abortos con el dinero de los contribuyentes.
Sí, estamos seguros de que las religiosas de la LCWR escucharán respetuosamente las palabras de Roma en un clima de oración y de diálogo, pero ¿querrá escuchar Roma la voz profética de estas mujeres?
Transcribimos aquí las palabras de agradecimiento del P. James Martin, en las que reconoce el trabajo de las religiosas estadounidenses y su testimonio de compromiso en la sociedad de hoy.
¡GRACIAS, HERMANAS!
James Martin, SJ
Contributing Editor of AMERICA catholic magazine
Esta semana se está hablando mucho sobre algunas religiosas católicas que han aparecido con frecuencia en las noticias. Puede que ustedes hayan leído incluso que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha abierto lo que se llama una “investigación doctrinal” a la Conferencia de Superioras Religiosas de los Estados Unidos. ¿Y qué significa esto? Pues eso significa que el Vaticano está investigando a la institución que agrupa a la mayor parte de las religiosas de este país, también conocida como LCWR o Leadership Conference of Women Religious.
Pero no se trata de hablar aquí del documento vaticano, sino de que dirijamos la mirada a estas mujeres y a la tarea que han venido desarrollando en Estados Unidos desde el Concilio Vaticano II. Es verdad que la “investigación doctrinal” del Vaticano ha entristecido y decepcionado a muchas de estas religiosas. Mucha gente en los blogs y en los medios de comunicación se preguntaba ¿pero cuál es el problema? Quizá pasaban por alto que la “investigación doctrinal” del Vaticano es ya la continuación de una larga inspección apostólica a todas las órdenes religiosas femeninas en general. Así que no es de extrañar que las religiosas en los Estados Unidos se sientan un poco desmoralizadas últimamente.
Y hay también otra cosa que creo que es importante recordar y que algunas críticas de quienes no ven con buenos ojos a esta organización de religiosas probablemente olvidan: muchas de estas hermanas de las que estamos hablando, que ahora andan por los setenta u ochenta años de edad, cuando ingresaron en la vida religiosa sabían perfectamente que iban a vestir de hábito y que iban a vivir su vida semienclaustradas en un convento, al modo tradicional. ¿Y qué pasó entonces? Que vino el Concilio Vaticano II. A comienzos de los sesenta, la gran asamblea de los obispos católicos dio como fruto numerosos documentos, como Perfectae caritatis [decreto sobre la vida religiosa]. Poco después el papa Pablo VI dio a conocer su exhortación Evangelii nuntiandi y otras cartas en las que se decía claramente a las religiosas que debían ponerse al día y reformarse. Y ellas regresaron a la fuente de sus documentos fundacionales, para ver qué fue lo que dijeron realmente los fundadores y fundadoras y profundizaron en ellos para entender lo que debían hacer. Y encontraron que lo que tenían que hacer era salir al mundo y no permanecer semienclaustradas y vestir como visten habitualmente las mujeres de su tiempo. Salir fuera, en una palabra.
Y no debemos olvidar que estas mujeres habían sido minuciosamente preparadas para vivir semienclaustradas. Lo más fácil para ellas hubiera sido continuar su modo tradicional de vida. Sin embargo, abrazaron los cambios que les proponía el Concilio Vaticano II, a pesar de que esa era la opción más difícil para ellas en aquel tiempo. Una amiga religiosa me decía anoche literalmente: “nos tomamos muy en serio esos documentos”. Por tanto, creo que cualquier crítica a estas mujeres ─también la del Vaticano─, debería empezar reconociendo que respondieron fielmente a lo que la Iglesia les pedía.
Y todavía más importante que entender eso es contemplar a las propias religiosas. Hagámoslo. Miremos a algunas de estas mujeres de la era del Concilio Vaticano II y veamos qué es lo que fueron capaces de intentar y lo que llegaron a conseguir por fidelidad a Dios:
1)  Para empezar, pensemos en Mary Luke Tobin, de las Hermanas de Loreto, la única mujer americana que fue invitada a participar en el Concilio Vaticano II. Luego llegó a dirigir la LCWR. Toda su vida luchó por la paz y la justicia, hasta su muerte a los 98 años. Una mujer portentosa en la historia religiosa de América.
2) Hay también personas a las que considero heroicas, como Ita Ford y Maura Clarke, de la congregación de las Hermanas de Maryknoll, o la religiosa ursulinaDorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan. Las cuatro fueron martirizadas en El Salvador como consecuencia de su compromiso decidido con los más pobres, las cuatro pagaron su seguimiento personal de Cristo con el precio de sus vidas. Fueron mujeres como estas las que encarnaron el espíritu del Concilio Vaticano II.
3) Pienso también en alguien increíble como Dorothy Stang, que hace sólo unos años fue martirizada en Brasil cuando luchaba por los pobres sin tierra de allí. La hermana Dorothy fue asesinada mientras recitaba las bienaventuranzas. Una mujer inigualable, misionera de las Hermanas de Notre Dame de Namur, cuyo testimonio sirvió de inspiración a tanta gente.
4) Y quizá también conozcan a la hermana Helen Prejean, autora del libro Dead men walking [traducido en español comoPena de muerte, llevado al cine y protagonizado en la pantalla por la actriz Susan Sarandon] y de la que podríamos decir que hizo más que nadie en el mundo en lo que se refiere a la concienciación sobre la pena de muerte y el rechazo que, como católicos, debemos manifestar por este procedimiento inhumano.
5) Y pienso en gente como Elizabeth Johnson, hermana de la Congregación de San José, profesora [de Teología] en la Universidad de Fordham, en Nueva York, y cuyos libros sobre Jesús, sobre María y sobre Dios, escritos con hermoso estilo literario, han ayudado a mucha gente a acercarse a Dios.
6) Y pensemos también en las cinco hermanas Adoradoras de la Sangre de Cristo, martirizadas en Liberia en 1992 por su compromiso con los pobres de allí. No olvidamos aAgnes MuellerBarbara Ann MuttraShirley KolmerKathleen McGuire y Joel Kolmer.
7) Recordamos también a Mary Daniel Turner, la anterior superiora general de las Hermanas de Notre Dame de Namur y directora de la LCWR, coautora del libro The Transformation of American Catholic Sisters, gran promotora de la justicia y de la renovación en la Iglesia antes y después del Concilio Vaticano II.
8) Pienso también en las mujeres que trabajan en el campo de la espiritualidad, gente como la hermana priora benedictina Joan Chittister o en la hermana Joyce Rupp, cuyos escritos teológicos han permitido a tanta gente acercarse al Señor.
Pero pienso igualmente en esas otras religiosas cuyos nombres puede que no sean tan conocidos, hermanas que dirigen colegios y universidades, son profesoras en escuelas o institutos, trabajadoras sociales, responsables de pastoral, enfermeras, médicos… Mujeres que han sabido desplegar las más diversas capacidades en la Iglesia. Son estas las religiosas que, juntas, sostienen la Iglesia católica en América, desde sus votos de pobreza, castidad y obediencia, y que ponen al servicio de la comunidad todo el dinero que puedan ganar con su trabajo. Mujeres que ahora se están acercando al final de su vida activa.
Por último, me gustaría compartir también un comentario que entra más en el terreno de lo personal: algunas hermanas que he conocido y que marcaron mi vida, indudablemente, como la hermana Louise French B.V.M., de Dubunque [Iowa], profesora de varias generaciones de jesuitas en la Universidad Loyola en Chicago y a quien sus alumnos adoraban. Y déjenme hablarles también de otra amiga mía, Janice Farnham, una religiosa de Jesús y María que fue mi profesora durante mi formación teológica y que quiso acercarse a visitar a mi padre, ya en el estado terminal de su enfermedad, aunque para ello tuviera que viajar cuatro horas en tren, estar junto a él una hora en el hospital y emprender al día siguiente otra vez el viaje de vuelta. Cuando le di las gracias me las dio ella a mí, porque consideraba un honor haber podido acompañar a mi padre.
He tenido también a religiosas como directoras espirituales. Y hasta hubo una que, en medio de una fuerte crisis espiritual supo orientarme de manera muy estimulante e iluminadora. Se lo agradecí expresamente y ella me dijo que el mérito no era suyo, que había sido simplemente la mano de Dios. He tratado a muchas religiosas a lo largo de toda mi vida como jesuita y las admiro como a verdaderos héroes.
Cualquiera que sea nuestra opinión sobre el documento del Vaticano, está claro que ha entristecido y desmoralizado a muchas mujeres religiosas católicas, que han entregado generosamente sus vidas a la Iglesia. Así que creo que es buen momento para que todos les digamos “gracias”. Gracias a todas esas magníficas mujeres religiosas que habéis llegado a ser una parte tan importante en nuestras vidas, que nos habéis conducido a Cristo por una variedad tan grande de caminos, quizá por el camino del martirio, pero también por ese otro martirio de lo cotidiano que es simplemente vivir como religiosas católicas, viviendo las exigencias de la pobreza, la castidad y la obediencia. Me gustaría daros las gracias personalmente por todo ello y sería estupendo si vosotros os animaseis también a dar las gracias a algunas de vuestras religiosas favoritas. Porque yo creo que siempre es momento para la gratitud y, especialmente, en estos tiempos, me gustaría decirles a las religiosas católicas de los Estados Unidos: ¡gracias, hermanas! (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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