Eucaristía y comunidad
La Eucaristía es la celebración característica y central de la comunidad cristiana y es una acción simbólica. El mundo de los símbolos es el ámbito privilegiado de la expresión humana y de la comunicación interpersonal. A la luz de estas palabras precedentes pensemos y detengámonos un momento en nuestras misas: ¿qué símbolos usamos, qué importancia o significado tienen para nosotros; cómo nos comunicamos con los otros hermanos que están celebrando el rito eucarístico, qué lazos interpersonales nos unen, qué relación existe entre el que preside la celebración, los que leen y aquellos que asistimos a estas misas dominicales?
Muchas veces tengo la sensación de participar en una obra de teatro: actores-público, altar-escenario, bancos-butacas. Si esto sucede para mí, que tengo mis años y algunas cuantas Eucaristías encima, cómo será para los jóvenes que inician un camino de fe.
Pensemos ahora en estos gestos diarios, en una cena junto a los amigos o con familiares: cómo la preparamos, cómo nos disponemos para el encuentro, qué acontecimiento nos une para celebrar, qué signos ponemos sobre la mesa, la música elegida, el ambiente cómo lo acondicionamos para que sea cálido para los invitados. Por eso asevera Juan Luis, “cuando los hermanos o los amigos se juntan para comer refuerzan sus lazos afectivos. Esto nos ayudara a entender (y vivir) la Eucaristía como acción simbólica constructora de comunidad y no simple espacio de oración, de reflexión o rito piadoso”.
Jesús celebró su cena –conocida como la Última Cena- con sus discípulos y discípulas. Ellos prepararon el lugar, compartieron los alimentos que eran parte de su vida diaria, charlaron y dialogaron sobre las cosas sustanciales de su vida, sus tristezas, sus alegrías, sus dolores y sus esperanzas. Nosotros, ¿estamos celebrando hoy nuestras Eucaristías con este mismo espíritu?.
El repensar la Eucaristía nos lleva a poner sobre el tapete o la mesa, varios dilemas que se entrelazan: celebrar en grandes y fríos templos o en pequeñas comunidades donde aquellos que somos vecinos, que nos conocemos, que estamos unidos por entramados de vida, nos encontremos.
Luego podríamos reflexionar sobre quién preside la celebración. Sería bueno pensar en los ministerios como servicio y no como privilegios.
Comentarios
Publicar un comentario